Vargas y Mejía mueven un acuerdo
Atrás quedaron las descalificaciones, los insultos, los agravios entre los dos líderes fundamentales del Partido Revolucionario, Hipólito Mejía y Miguel Vargas. Ese ha sido en principio el gran acuerdo que los conducirá en poco tiempo a un reencuentro político que procura estructurar una boleta opositora unitaria “para sacar del poder” al Partido de la Liberación Dominicana.
Dos reuniones en menos de 15 días sellaron el inicio de las negociaciones que pudieran tardar dos o tres meses pero también sólo semanas, y si los acontecimientos se precipitan se anunciaría en cuestión de días. Ambos se comprometieron a manejar el tema con absoluto hermetismo, “sin filtraciones maliciosas”.
Un reducido equipo de colaboradores de ambos-dos por cada uno-ha sido encargado de discutir cada detalle del acuerdo sobre la base de la candidatura presidencial de Vargas en el dieciséis acompañado en la boleta por la hija mayor de Hipólito, la economista Carolina Mejía.
Vargas también resignaría la presidencia del PRD una vez su candidatura haya sido escogida en una convención extraordinaria y proclamada por la asamblea de delegados, un proceso mandatorio por los estatutos y que sólo podría revertir la muerte o la renuncia voluntaria del candidato... “Y ninguna de esas dos cosas va a pasar”, comentó de forma socarrona un allegado al presidente perredeista.
El acuerdo también contempla dejar sin efecto las expulsiones, suspensiones y cualquier otro tipo de sanción adoptada por la institución perredeista contra los dirigentes abanderados con Mejía, incluyendo obviamente al propio expresidente, al presidente en funciones Luis Bautista y a la secretaria de Organización Geanilda Vásquez.
Sobre el caso de Orlando Jorge Mera, suspendido por dos años como secretario general, será reinstalado en su cargo dirigencial en los próximos días, pero no como consecuencia del arreglo entre Vargas y Mejía “sino porque hubo un entendimiento con la institucionalidad partidaria”.
Origen de las dos reuniones
El primer encuentro se celebró en casa de Peggy Cabral, la viuda de Peña Gómez, hace 16 días, pero la “indiscreción” de Fuera de Cámara un día después por poco da al traste con los arreglos unionistas a pesar de que ninguno de los dos líderes filtró la información al autor de la columna.
“¿Pero de qué es que no se entera César Medina en este país?”, comentó Vargas cuando le reclamaron incorrectamente haber filtrado la versión. Desde entonces el presidente perredeista no le coge llamada, ni responde el BB, ni el whatsapp, ni visita la casa del periodista que firma esta Tecla, algo que hacía dos o tres veces por semana cuando se trataban como hermanos.
Retomados los contactos después de las debidas aclaraciones, se produjo una segunda reunión entre Vargas y Mejía el pasado martes en la casa del hijo mayor del ex presidente, Ramón Hipólito Mejía, casado con una hermana de Miguel, tipificada por ambos como “un encuentro familiar”.
Ese encuentro lo reveló al día siguiente el propio Hipólito cuando fue abordado por los periodistas en medio de un acto celebrado en el local del Instituto Peña Gómez, pero de inmediato habló de la imposibilidad de un acuerdo argumentando que Miguel se empeña en continuar en la presidencia del PRD.
Ese mismo miércoles, pero en horas de la tarde, Vargas también confirmó las dos reuniones con Mejía y dijo que “comprendía” sus aprensiones por el vuelco que han dado los acontecimientos, mientras reafirmaba que más que la presidencia partidaria, lo realmente innegociable es su candidatura presidencial, cosa que ha dicho siempre desde que estalló la crisis en ese partido.
Ninguno dice la verdad...
Ninguno de los dos, sin embargo, ha dicho la verdad. Y se entiende que así sea a partir de todos los intereses en juego.
La oposición a Vargas en lo interno del perredeismo no la encarna Hipólito Mejía de forma particular. Entre los seguidores del ex presidente hay fanáticos que no admiten un arreglo con Miguel, a quien consideran que “traicionó” la candidatura presidencial del partido hace dos años y consecuentemente le atribuyen la culpa de no estar hoy en el poder.
Pero hay otro sector, que encabeza Abinader y del que también forma parte el hijo chiquito de Peña Gómez, Tony, que asume aún mayor radicalismo que la gente de Mejía en oposición a un entendimiento del liderazgo superior del viejo partido opositor.
Un tercer grupo, igual de radical pero que opera a lo interno del partido en disputa por la presidencia partidaria, lo encabeza el fogoso dirigente Guido Gómez Mazara, hijo de los legendarios dirigentes izquierdistas Maximiliano Gómez, El Moreno, y Carmen Mazara, que ha penetrado con buena presencia en un sector emergente del partido.
En un cuadro de semejante fraccionamiento se comprende que Hipólito y Miguel hayan acordado hacer lo posible para evitar filtraciones... Sólo que no calcularon que La Tecla no tiene tema tabú para ser tocada.
Acuerdo “de caballeros”
Hipólito y Miguel fueron capaces de reconocer que separados liquidan cualquier posibilidad de que el PRD pueda regresar al poder y de lograr una representación ni siquiera digna en el Congreso y en los municipios en las próximas elecciones. En consecuencia, se pusieron de acuerdo para reconstruir la unidad partidaria.
Hombre de boca dura por naturaleza, Hipólito prometió morigerar su vocabulario como preámbulo a cualquier arreglo que deberá surgir entre ellos. Eso lo demostró cuando horas después de reunirse por última vez con Miguel habló a la prensa y se refirió con respeto y afecto familiar al presidente del PRD.
Lo propio hizo Vargas poco después al recordar sus vínculos familiares indisolubles con Mejía, algunos de cuyos nietos son sus sobrinos porque su hermana está casada con el hijo mayor de Hipólito.
¿La convergencia? ¡Nonata!
La convergencia no es natimuerta... es nonata. O sea, no llegó a nacer nunca a pesar del esfuerzo de grupos que alentaron por casi dos años la separación del grupo de Mejía y Abinader para montar un proyecto con fisonomía propia bajo el argumento de que el PRD encabezado por Vargas estaba liquidado.
Tal vez sin proponérselo, el tiro de gracia a ese engendro se lo dio el miércoles el propio Mejía al anunciar que delegaba en César Cedeño las gestiones que continúa Abinader para presentar una eventual opción electoral al margen de la institucionalidad perredeista.
Con evidente desgano y sin mucho deseos de entrar en consideraciones, Mejía dijo a la prensa que Cedeño ha sido comisionado por él “para cualquier conversación” que lleve a cabo Abinader en procura de conformar ese nuevo grupo.
Además, que eventualmente La Convergencia escogería candidato presidencial en por lo menos un año a partir de la fecha en que logre estructurarse.
O sea, que por todos los lados Hipólito ha despejado el camino hacia la reunificación del PRD con la candidatura presidencial de Miguel Vargas Maldonado y probablemente su hija mayor como candidato vicepresidencial.
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SUS “AMIGOS” LE QUITARON EL GUANTE Y LA PELOTA El sector de la comunicación social que alentó con mayor brío la formación de una fuerza electoral al margen del PRD, cometió el error de descalificar a Hipólito Mejía como potencial candidato presidencial de una eventual alternativa de oposición.
La decisión de Hipólito de allanar el camino a una reunificación perredeista se comprende en la lógica de que no tendría ningún sentido para él marcharse de su partido a respaldar un candidato sin méritos propios-- cual es el caso de Abinader--. Que indefectiblemente ocuparía su espacio político.
Mejía sabe bien que de no ser candidato en 2016 la posición más digna es abandonar la carrera presidencial conservando poder político, lo que jamás lograría en la llamada Convergencia, una plataforma que se construiría para Abinader.
Su regreso al PRD le garantizaría por lo menos el control del partido, la candidatura vicepresidencial para su hija, vigencia política más allá del dieciséis y si Miguel Vargas gana las elecciones le tocaría medio gobierno.
¿Y con Abinader y la Convergencia? Con Abinader y la Convergencia no le tocaría nada fuera del desprestigio total… Ni siquiera la eventualidad de un posible triunfo electoral.
¡La genialidad del análisis político que jubiló a Hipólito en el momento más inoportuno, no hizo más que empujarlo de vuelta a su partido… el PRD!
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