Pocas veces el pueblo dominicano ha sido dueño de su destino. Sólo en contadas ocasiones hemos sido tan libres como queremos, independientes como hemos logrado y soberanos como mandan la costumbre, la Constitución y las leyes.
Los
acontecimientos iniciados el 24 de abril de 1965, en busca de la
reposición de la Constitución de 1963, de un día a otro se convirtieron
en una lucha de intereses de los norteamericanos contra el pueblo
dominicano, cuya cabeza visible fueron militares que subestimaron la
capacidad popular para imponer su voluntad.
Esos
militares cegados por la posibilidad de enriquecimiento rápido, junto a
la cúpula de la iglesia Católica, periodistas y comerciantes
inescrupulosos, contrabandistas y evasores de impuestos, políticos
frustrados y el gobierno norteamericano, se opusieron al movimiento
constitucionalista que luchaba por el retorno a la constitucionalidad, a
la democracia, al ejercicio pleno de la libertad, al derecho a vivir
sin temor.
Eran
los mismos que derrocaron el 25 de septiembre de 1963 el gobierno del
Partido Revolucionario Dominicano, que encabezó Juan Bosch.
Entonces como ahora, se escudan en las sombras, en un eterno juego a la desmemoria que no debemos permitir.
Unos
y otros grupos de intereses, persiguen el mismo fin, actúan en la
escena nacional para que la historia no recoja la verdad de lo ocurrido
entre el 25 de septiembre de 1963 y el 3 de mayo de 1965.
La
parte sana del pueblo dominicano, la que creía y defiende el respeto a
la voluntad popular, la que creía, luchó y defiende el respeto a la
soberanía nacional, la que creía, cree y construye la democracia día por
día, con su conducta, con su quehacer de vida pública y privada,
produjo los hechos iniciados la mañana del 24 de abril de 1965.
El
retorno a la constitucionalidad, proclamado por civiles y militares en
Abril de 1965, recibió la oposición de quienes temían y temen rendir
cuentas por el crimen de lesa Patria de interrumpir el orden
constitucional, el fusilamiento extrajudicial y criminal del doctor
Manuel Aurelio Tavárez Justo y sus compañeros en diciembre de 1963, la
represión ilegal contra los movimientos populares de 1964, los presos
políticos y los exiliados.
Esos
grupos aún persisten y actúan con las mismas características, con
personajillos diferentes, con histriones salidos de la chistera de un
ilusionista de pacotilla, intentan opacar el brillo de la historia en un
vano intento de que los hijos de la caverna impongan la mentira como
verdad, en un ejercicio de titiriteros que aúpan a quienes traicionaron
los principios que defendieron los grandes hombres de la Patria a través
de la historia.
Hay
que impedir que la mentira se imponga como “verdad”, como parte de la
conspiración que se inició cuando el pueblo eligió al candidato del
Partido Revolucionario Dominicano, el 20 de diciembre de 1962.
Las
fechas estelares de la historia nacional, como el 25 de septiembre de
1963, no deben pasar desapercibidas, aunque los gobiernos hagan el juego
a la desmemoria en efemérides como esas, por temor a señalar a los
culpables de tanta traición a la voluntad popular, a lo que no sólo
están acostumbrados sino dispuestos a repetir.
No lo permitamos.
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