enero 11, 2010

NAGUA Mal deja inválidos a cuatro hermanos en Los Memizos



Familia. Los cuatro hermanos sentados que sufren de invalidez debido a una enfermedad que seca sus extremidades.
Nagua.- Cuatro hermanos que viven en Los Memizos, una comunidad rural ubicada a más de veinte kilómetros del municipio de Nagua, nacieron con las extremidades sanas, pero con el paso del tiempo las manos y los pies se van secando, hasta dejarlos inválidos.

Así pasan los años sin poder caminar y sin que hasta ahora se conozca el origen de su enfermedad.

En la estrechez de una humilde casa donde ni siquiera caben las sillas de los enfermos.

Los hermanos Cristino, Bélgica, Belkis y Jacqueline Brito son atendidos por Cristina de León, la generosa vecina que se encarga de atenderlos, quien cuenta que estos hermanos no han recibido ninguna ayuda, y que los vecinos no tienen explicación posible de su afección, ya que ningunos de los antepasados que conocieran han sufrido este padecimiento.

Ningún médico ha estudiado el caso para determinar las causas y si hay algún tratamiento posible para el problema, y tampoco han recibido la visita de alguna autoridad gubernamental.

Hace más de dos décadas los jóvenes con discapacidad quedaron huérfanos de madre y desde entonces viven con su padre Carpio Toribio y su abuela paterna, que ya está muy anciana.

Gracias a las gestiones y buena voluntad del sacerdote Leonardo Roa, tienen sillas de ruedas, pero los esfuerzos no han sido suficientes para construirles una casa propia a los hermanos Brito.

Son cinco hermanos, la más pequeña, Deisy, todavía camina, pero un accidente limitó su dicha hace algunos meses. Después de ser atropellada por una motocicleta hubo que ponerle clavos en una de las piernas y se hace difícil para ella atender a sus hermanos, a su pequeño hijo y realizar las labores hogareñas.

También le atemoriza la idea de ser afectada por el mismo padecimiento de sus hermanos.

Las chicas y el chico no saben siquiera cuántos años tienen. Se les dificulta hablar, pero sonreír es lo único que pueden hacer en medio de la resignación ante la enfermedad y las limitaciones económicas que enfrentan.

El párroco Leonardo Roa aboga por la ayuda para estos hermanos. El cura entiende que es necesario recibir una mano amiga para construirles su casa y alguna microempresa que les permita ganarse su sustento.

Las posibilidades para el mantenimiento y para buscar la opinión médica son muy escasas. El papá de estos muchachos con discapacidad trabaja como obrero en la hidroeléctrica que se construye en el Río Boba, donde el salario que gana apenas da para comprarle la comida de cada día.

Él también clama por el auxilio de las autoridades o de un buen samaritano ante su situación de pobreza y enfermedad junto a su familia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario