Tiene que haber una explicación de ese fenómeno de reversa que se produce actualmente, en que disminuye la cantidad de dominicanos que emigra hacia Puerto Rico.
Puerto Rico era una especie de vitrina de las maravillas que eran posibles bajo el esquema del American Way of Life y la mejor réplica a la Revolución cubana.
Igualmente, en ese tiempo fue un problema serio, pues los dominicanos se dejaban atraer por esos cantos de sirena, y no tenían miedo a perder la vida en una aventura de mar.
En este mes de diciembre, por ejemplo, eran incontables las tragedias, ya que se pensaba que era más fácil alcanzar las costas de la Isla del Encanto en los días finales del año.
Sin embargo, por lo que se va diciendo con estadísticas en las manos, esas ocurrencias serán cosas del pasado, aunque siempre un mal recuerdo. Al reducirse los viajes, también los riesgos, y el dominicano tendrá un sobresalto menos, y esa preocupación, que era periódica, habrá desaparecido.
Aunque no hay felicidad completa o dura poco la alegría en casa de pobre. La preocupación que antes era por los dominicanos, ahora será por los haitianos, obvio sustitutos de ocasión
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